domingo, 19 de octubre de 2014

Lecturas de domingo para juristas: IV. Lecciones de golf para abogados (por Laura Mollá)

Mis predecesores en sus artículos de "Lecturas de domingo para juristas" han introducido el deporte vinculado al mundo de la abogacía. Y considero que no es circunstancial, puesto que las virtudes del deporte para la vida son muchas y conocidas, debido, entre otros motivos, a la liberación de endorfinas, que provocan un sentimiento de bienestar, permitiendo que tengamos una actitud ante la vida mucho más positiva.

Por eso, voy a continuar hablando de deporte y de las lecciones que nos pueden ser de utilidad en la vida del abogado. En esta ocasión me voy a ocupar del Golf. Y ¿que nos puede aportar este deporte en nuestro día a día? Indudablemente mucho, sigue leyendo y verás.

Nadie sabe exactamente cuándo se dio el primer golpe de golf, pero dado que la primera referencia escrita al Golf data de 1457, y se halla en un decreto parlamentario de Jacobo II de Escocia que pretendía su prohibición, se considera St. Andrews (en Escocia), la cuna del golf. Este decreto establecía: "Fute-ball and golfe be utterly cryit doune and not usit" (El fútbol y el golf se deberían reducir y no usarse).

Bien pues, encontrando  el origen del golf en Escocia, lugar extremadamente lluvioso donde la práctica de un deporte al aire libre no suele ser muy placentera, nos encontramos con la primera lección.

Hay quien dice que el golf es un deporte al que se puede jugar incluso con sol, debido a los orígenes escoceses que implican que en muchas ocasiones lo habitual sea el juego bajo la lluvia.  Equiparando el sol a los sentimientos positivos y la lluvia a situaciones que no lo son tanto, la primera lección que nos da la práctica de este juego para la abogacía es la siguiente: “la abogacía se puede ejercer incluso en entornos positivos”. Sabemos que el ejercicio de nuestra profesión viene muy condicionado por factores externos (reformas legislativas, tasas judiciales, crisis de valores de nuestros clientes y compañeros, nuevos modos de ejercer la profesión, la evolución del entorno socio- económico a velocidades estelares...), en fin, que cuando elegimos esta profesión sabíamos que unos días brillaría el sol y otros no tanto, así que, como el golf, sepamos disfrutar del ejercicio con lluvia e incluso con sol.

El golf es un juego de personas, con sentido del honor, paciencia y un gusto particular por las largas caminatas. ¿Y el Derecho? La profesión de abogado exige también un gran sentido del honor, una paciencia infinita ante el retraso en la resolución de los expedientes judiciales, y un gusto particular por los largos procesos como si de una larga caminata se tratara. El golf,  es un juego que exige la superación personal para jugarlo. Frente a otros deportes en los que lo primordial es ser el más rápido, aquí no se trata de ser más rápido, sino de introducir la bola en el hoyo en menos golpes. Es cuestión de calidad en el golpe, pero también de cantidad. Esta es la segunda lección que nos da el golf para la abogacía. En muchas ocasiones las decisiones sobre la estrategia para el desarrollo de un expediente recaen en nosotros mismos. La soledad del abogado, como la del golfista, nos obliga a superar nuestra capacidad personal para el ejercicio. Solo está en nosotros el superar el desafío particular que el ejercicio de la profesión nos propone.

Parafraseando al gran Severiano Ballesteros, y su "agenda pequeña", en una de sus entrevistas contaba: "Supongamos que estás en el hoyo 5 de un campo de golf en el que se juega un torneo importante. ¿En qué piensas? ¿En cómo lucirá la mención de este torneo en tu palmarés? ¿En qué récord puedes batir si logras jugar varios torneos más en esta misma temporada? No, en nada de eso. Piensas en el próximo golpe. En el momento en el que estas a punto de ensayar tu swing no piensas en otra cosa más que en ese golpe". Si antes del hoyo hay un lago, y con el swing solo piensas en éste, lo normal es que la bola acabe dentro. La "agenda pequeña" de Seve, nos obliga a pensar solo en ese golpe, no en las dificultades del camino, en los golpes posteriores o la celebración final. Al igual que en el golf, en sala tenemos que tener "la agenda pequeña", y esta es la tercera lección del golf para la abogacía: focalizar la atención en ese proceso en concreto, en los pasos y estrategias que previamente he planeado para la defensa del mismo.



El golf es juego con una extraña relación de coordinación entre músculo y pensamiento. En cualquier otro deporte el entrenamiento suele ser regular, pero en el golf, el control de las emociones y de la mente es muy relevante. Para el ejercicio de la abogacía también lo es. La autoexigencia (como planificación mental de nuestros objetivos) es una condición clave para el éxito. Por lo tanto, la cuarta lección que nos da el golf es la de ser autoexigente, ser cada día mejor que el anterior, dar un golpe menos para cada hoyo.

Mindfulnes. Estar presente. "No es el tiempo lo que se os da, sino el instante. Con un instante dado, a nosotros nos corresponde hacer el tiempo" (Georges Poulet).

Muchas veces, el día a día nos absorbe, somos incapaces de pensar en aquí y ahora, de modo que nuestra vida viene condicionada por los plazos, los señalamientos y las urgencias del cliente. Esto implica que seamos incapaces de disfrutar de esos momentos, dentro de la tensión propia que nos provocan, que llevemos catorce escritos a la vez, y preparemos al mismo tiempo dos juicios similares.

Como estamos hablando de golf  seguiré con Severiano Ballesteros. En 1984, jugando en St.Andrews, se encontraba en el hoyo 18 sin que estuviera decidido el torneo. Cientos de miles de personas lo veían en televisión, y otros 50.000 aficionados lo seguían desde el campo. Ahí estaba él, a 4 metros del hoyo y con la dificultad de combinar en un putt una excelente relajación, una puntería diabólica y la cantidad de fuerza necesaria para que la bola no se pase o se quede corta. Algo muy difícil cuando se juega bajo presión.

Aquí nos deja Seve la quinta y última lección. Decidió abrir sus sentidos, escuchar el rumor del viento así como reconocer los sonidos del mar cercano. Olió la fragancia del césped cortado con esmero, se concentró en la bola, su recorrido ideal, el ruido redondo al entrar en el hoyo y ¡se hizo con el torneo nada más y nada menos que en St. Andrews!.




Si, es cierto, los olores y aromas que podemos experimentar en sala no son tan exóticos, pero si utilizamos esta lección para el ejercicio de la profesión nos podemos llevar gratas sorpresas. Nosotros y solo nosotros somos los que estamos sentados en sala. Sobre nosotros recae el poder de convencer al juez (o al jurado) con nuestras palabras, de dirigir el proceso.  De evocar, aquí y ahora, la sensación que tuvimos por primera vez en una sala de vistas; la adrenalina que rápidamente se convierte en nuestra aliada para disfrutar del poder de nuestra profesión.

Porque lo que haces en cada momento es sólo eso, exactamente eso, y no debe ser nada más. Tenemos el control de lo que hacemos con dedicación, sólo una cosa cada vez. En el golf es este hoyo, este golpe y no el siguiente. No vamos acumulando en nuestra mochila los golpes que hemos dado mal, del mismo modo que no acumulamos en nuestra mochila de abogados los expedientes antiguos. Nos sirven para ganar experiencia pero no para cargar la mochila de lamentos. Lo importante es el expediente que estoy trabajando ahora. Subimos la escalera peldaño a peldaño, jugamos el torneo golpe a golpe, hoyo a hoyo.

¿Y tú, te atreves a probar estas lecciones? "El cambio no sólo es parte esencial de la vida, es la vida misma" (Alvin Toffler)

Laura Mollá Enguix 
Abogada
GMR Management y Servicios Jurídicos SL

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