Siempre
escucho que esta profesión es vocacional… que es la idea de ayudar a comprender
un mundo mejor, a luchar por las desigualdades, lo que te lleva a estudiar. Que
no hay mejor recompensa que ver la sonrisa de un cliente cuando la sentencia es
favorable y… en fin… que somos abogados porque era nuestra misión en la vida y
no es posible encajar en otro lugar. La abogacía nos abrazó y nos brindó su
abrigo para darnos la mano y caminar juntos por los laberintos de disposiciones
legales que existen (y se inventan).
Ya…
Yo
ni siquiera estoy en esto por dinero. Es decir, por supuesto descarto la
vocación, porque si tengo vocación alguna, es la de comer, eso se me da
realmente bien y además creo que mi capacidad para ello es innata, y por otra
parte, mi idea original no era ganar dinero. Era ahorrármelo….
Os
cuento, crecí en un barrio complicado, de aquellos en los que la droga en los
80 y los cardados de los 90 hicieron estragos. No diré dónde se encuentra por
respeto. Y porque vivir en Can Vidalet (Esplugues de Llobregat) nunca fue
fácil. Hay sitios peores, es cierto, pero no seré yo el que diga que somos
simples aprendices al lado de los de Terrassa. De pequeño, jugar por las tardes
a fútbol en un callejón con los mismos personajes que al día siguiente te
perseguían para robarte las “bambas” era lo habitual. Eso sí, los valores del
respeto y la amistad crecían fuertes en nuestro interior… al que tenía la
navaja más larga se le respetaba más y siempre te hacías amigo de aquel que
pudiese hacer sentadillas al resto.
Pero
no os aburriré con historias de robos, persecuciones policiales y delitos
menores y poco interesantes como asesinatos. Aquí os explicaré la historia de
mi primer cubo de Rubik.
Eran
los peligrosos noventa, los años que vivimos peligrosamente. Siempre acompañado
de Isma, mi fiel compañero y amigo, junto a él descubrí frases míticas en el
Videoclub como “guárdame la última de
Bruce Willis” o “qué peli vas a devolver?”.
Descubrí la flexibilidad del cuerpo humano y las primeras drogas. De hecho,
incluso teníamos un grupo en el barrio, algo así como “Los chicos del callejón del al lado de Can Vidalet” él no formaba
parte pero era el bajo.
Ambos
recorríamos las calles del barrio intercambiando videojuegos y aventuras
varias… ilustremos la situación: tarde de jueves de octubre, 26 para ser
exactos, 18.30 horas, unos 14 grados y, aburridos como Ana Pastor entrevistando
a un mimo, salimos del metro. Y ahora os preguntaréis cómo coño tengo tanta
memoria y puedo recordar con tanta exactitud los detalles. Lo confieso, no lo
recuerdo todo, me he inventado la hora.
Es
posible que, entre los dos, en los bolsillos juntásemos un total de 450 pesetas
(para los de la ESO, moneda prehistórica que se utilizaba para las
transacciones comerciales justo tras el estraperlo…. Os lo estoy complicando,
lo dejo). Y vimos abierto un mundo de posibilidades al observar abierta LA
TIENDA. Así, en mayúsculas. El último reducto de “tenemos más referencias que en una ferretería” antes de la invasión
de Oriente. La llamaremos “El Tíbet”
porque decir que su nombre era “La
Pilarica” igual infringe algún artículo de la LOPD o algo y en aquella
época no me interesaba mucho eso. Pues bien, allí estábamos, habíamos dado
buena cuenta de un caramelo marroquí muy apreciado por los lares, el Werther’s original de los barrios
marginales y aderezado con algún producto cualquiera de nombre impronunciable
que habría hecho llorar de envida al propio Heisenberg.
Entrada estrecha, oscura, la luz se
absorbía en el interior y era devuelta en forma de lóbrega neblina que inundaba
las proximidades de la puerta. Jamás entendí cómo era capaz de sobrevivir aquel
negocio, del que se contaban mil curiosidades y entorno al cuál se habían
creado un par o tres de leyendas. Igual era nuestra percepción y justo delante
teníamos un Galerías Preciados pero a
nuestros ojos, Moria era DisneyWorld si la comparábamos con “El
Tíbet”. Al acceder al interior, mientras los ojos se habituaban a la
oscuridad, sonaba un pequeño tintineo producido por algún artilugio del demonio
que colgaba de la entreabierta puerta, era imposible no rozarte con ella y con
ello, alertar a las criaturas del interior de tu llegada.
-¿Qué
os trae a mi morada? ¿Quién osa perturbar mi sueño?
Bueno,
en realidad igual fue un "Buenos
días, niños".
Pero
os recuerdo que nuestro estado no era el más idóneo para entender la voz
humana. Estoy seguro que podríamos haber mantenido una conversación en un
perfecto arameo pero no en nuestro idioma.
-Crrrrrrats….
Mujiaicic… Soserebre… ¿cswertto?- Es lo que salió de la boca de Isma, aunque
yo, lógicamente, entendí perfectamente “queremos cartas magic?. Cada sobre, ¿cuánto vale?”
De
las profundidades emergió una figura inmensa, que ganaba altura con cada paso
que daba hacia nosotros. Empezó a cundir el pánico en nuestros corazones.
Obviamente, sabíamos que únicamente el
mostrador (que nosotros percibíamos como una trinchera dispuesta
estratégicamente para protegernos del mal) nos separaba de morir devorados. El
techo del local, del que pendían mil sobres diferentes con miniaturas de
soldados de plástico, pareció descender hasta hacer encorvar a aquella figura
amenazante.
-Niño!!!
Quítate la zapatilla de la boca! ¿Qué coño dices? ¿Vas colocado?
-Nmammsldto
zsiduuguta, y oan!!!! – O lo que es lo mismo, “Disculpe, Sr, no queremos importunarle pero su tono nos disgusta
enormemente”
Isma
continuó la conversación:
-¡¡¡Pushhhh
ti vaaaaaaamerrar!!! – “Así que debido a
su ataque verbal, veo conveniente quedarme en prenda este objeto hasta que se
disculpe. Si me lo permite, ahora saldremos ordenadamente de aquí”.
El
hecho fue que Isma, tras su advertencia, se agenció un par de sobres de Cartas
Magic que estaban a su alcance y salió disparado hacia la puerta. El dueño de
la tienda tenía complicado el alcanzar a ese entrañable Lazarillo y lo que se
le ocurrió (ante mi absorta y atenta mirada) fue coger el primer objeto que
pudo y lanzarlo con fuerza hacia el bulto. La mala suerte es que la dirección
que tomó el proyectil fue exactamente la que acababa en mi cráneo.
Es
entonces cuando empieza mi periplo. Mi vida tomó un giro inesperado que me
conduciría irremediablemente a estudiar Derecho y convertirme en abogado. Pero
no quiero adelantarme a los acontecimientos.
Yo
inventé el estilo Matrix. Exacto,
me incliné hacia atrás y en un ángulo imposible, sin perder el equilibrio, dejé
que el objeto alcanzara la pared trasera mientras veía como pasaba sobre mi
cabeza.
No.
Me impactó de lleno. De hecho, hasta sangré. Me tambaleé hacia atrás y recogí
lo que me había lanzado. Un cenicero de hierro colado que pesaba alrededor de
dos toneladas. Isma ya se encontraba a dos barrios de distancia mientras yo
lograba incorporarme y Sauron, el señor oscuro, salía de su escondite en
nuestra búsqueda. Hice lo que cualquiera
en mi situación hubiese hecho. Intenté encenderme un cigarro mientras maldecía
el dolor que me había causado, esperando que el dueño de la tienda pasase frente
a mí y persiguiese a mi amigo.
No
fue lo que ocurrió. El tabernero me soltó un guantazo que aún hoy me pitan lo
oídos. Todo cayó al suelo, el cenicero, el cigarro, el paquete, el mechero,
yo….él. Del impulso cayó con gran estruendo, tirando una estantería llena de
comics antiguos que se esparcieron junto a nosotros. Yo probé a levantarme y
escapar pero era una tarea harto complicada. Mis sentidos estaban algo….
Perjudicados y el sopapo que había recibido no hacía más que agravar los
síntomas. Así que a gatas, recuperé el paquete de tabaco e intenté salir como
pude de allí. Fue complicado pero lo conseguí, en mi mente, en 30 segundos me
encontraba apoyado en un coche justo enfrente, resoplando y cogiendo todo el
aire que mis pulmones eran capaces de llenar (supongo que en realidad había
tardado unos 10 minutos en llegar).
Me
fui dirección a nuestro cuartel general maldiciendo y balbuceando la mala
suerte que tenía, preguntándome acerca de la reacción de aquel hombre. Si
habíamos sido de lo más educados en nuestras peticiones. Llegué al poco, un
parque que llamábamos el “Valvi”
porque se encontraba sobre un supermercado de esta cadena. Allí se encontraba
Isma, junto a otros del grupo, entre ellos el “Empa” (de empanado) y el “Cenizo”
(de… bueno, de cenizo).
-Tío,
¿por qué has tardado tanto? – Me preguntó mi compinche de correrías.
-
Mamón, ese tipo me ha hostiado y me has dejado solo.-
Pero aquello no era
importante en ese momento. El “Empa” se disponía a intentar su último reto.
Robar unas cuchillas de afeitar con la única ayuda de una gorra. No podía
utilizar los bolsillos ni nada más que la gorra para sustraer el producto. Que
después acabase detenido por Charlicinco
por otros temas no tenía nada que ver con el reto. Lo consiguió, vaya si lo
consiguió. La manera en que lo hizo es otra historia y debe ser contada en otro
momento.
Al
día siguiente escuché a mis padres comentar que habían robado en el comercio “El Tíbet” y que los ladrones, no
contentos, le habían propinado una paliza al pobre dependiente. Un señor de 85
años y que caminaba con la ayuda de un bastón. En aquel momento, ni siquiera
recordé haber estado allí. Pensé que había sido un día de lo más extraño, había
llegado a casa sin llaves, cartera ni tabaco. Únicamente traía en las manos un
cubo de Rubik.
Fue
cuando lo miré y caí en la cuenta de que igual me había metido en algún tipo de
lío.
Charlicinco picó a la puerta….
Francisco
Javier Bellido Pérez
PD de Enrique Moreno: Hoy, 28 de diciembre, cierro una etapa. Con el post de arriba se terminan las "Lecturas de domingo para juristas" en este blog. Han sido diez entregas que han obtenido una gran aceptación y el número de visitas nos ha sorprendido tanto a los escritores de los distintas "Lecturas..." como a mí mismo. Las razones para poner fin a este bloque, que cada quince días desde septiembre ha estado publicándose en el blog, son variadas, pero ninguna de ellas negativa, sino todo lo contrario. Creo que "Lecturas de domingo..." ha sido un éxito inesperado, el nivel de los trabajos ha sido buenísimo, y por eso debe continuar en el futuro. Aún no sé cómo, pero creo que estas diez entregas son una buena semilla para algo distinto. A partir de 2015, en el blog sólo escribiré de Derecho. O de otros temas. O escribirán otras personas. De Derecho. O de otros temas. O... ¿quién sabe? No nos fiemos mucho de lo que leemos un 28 de diciembre... Feliz 2015.
Sin duda Enrique estas lecturas de domingo nos han hecho a todos y olvidarnos por un momento de las leyes. ¡Feliz año!
ResponderEliminar¡Que buena historia! Me he reido mucho...espero que no dejéis de publicar historias como esta.
ResponderEliminar¡Feliz 2015!