domingo, 28 de diciembre de 2014

Lecturas de domingo para juristas: X. Mi mayor inocentada (por Fran Bellido)

Siempre escucho que esta profesión es vocacional… que es la idea de ayudar a comprender un mundo mejor, a luchar por las desigualdades, lo que te lleva a estudiar. Que no hay mejor recompensa que ver la sonrisa de un cliente cuando la sentencia es favorable y… en fin… que somos abogados porque era nuestra misión en la vida y no es posible encajar en otro lugar. La abogacía nos abrazó y nos brindó su abrigo para darnos la mano y caminar juntos por los laberintos de disposiciones legales que existen (y se inventan).
Ya…

Yo ni siquiera estoy en esto por dinero. Es decir, por supuesto descarto la vocación, porque si tengo vocación alguna, es la de comer, eso se me da realmente bien y además creo que mi capacidad para ello es innata, y por otra parte, mi idea original no era ganar dinero. Era ahorrármelo….

Os cuento, crecí en un barrio complicado, de aquellos en los que la droga en los 80 y los cardados de los 90 hicieron estragos. No diré dónde se encuentra por respeto. Y porque vivir en Can Vidalet (Esplugues de Llobregat) nunca fue fácil. Hay sitios peores, es cierto, pero no seré yo el que diga que somos simples aprendices al lado de los de Terrassa. De pequeño, jugar por las tardes a fútbol en un callejón con los mismos personajes que al día siguiente te perseguían para robarte las “bambas” era lo habitual. Eso sí, los valores del respeto y la amistad crecían fuertes en nuestro interior… al que tenía la navaja más larga se le respetaba más y siempre te hacías amigo de aquel que pudiese hacer sentadillas al resto.

Pero no os aburriré con historias de robos, persecuciones policiales y delitos menores y poco interesantes como asesinatos. Aquí os explicaré la historia de mi primer cubo de Rubik.

Eran los peligrosos noventa, los años que vivimos peligrosamente. Siempre acompañado de Isma, mi fiel compañero y amigo, junto a él descubrí frases míticas en el Videoclub como “guárdame la última de Bruce Willis” o “qué peli vas a devolver?”. Descubrí la flexibilidad del cuerpo humano y las primeras drogas. De hecho, incluso teníamos un grupo en el barrio, algo así como “Los chicos del callejón del al lado de Can Vidalet” él no formaba parte pero era el bajo.

Ambos recorríamos las calles del barrio intercambiando videojuegos y aventuras varias… ilustremos la situación: tarde de jueves de octubre, 26 para ser exactos, 18.30 horas, unos 14 grados y, aburridos como Ana Pastor entrevistando a un mimo, salimos del metro. Y ahora os preguntaréis cómo coño tengo tanta memoria y puedo recordar con tanta exactitud los detalles. Lo confieso, no lo recuerdo todo, me he inventado la hora.

Es posible que, entre los dos, en los bolsillos juntásemos un total de 450 pesetas (para los de la ESO, moneda prehistórica que se utilizaba para las transacciones comerciales justo tras el estraperlo…. Os lo estoy complicando, lo dejo). Y vimos abierto un mundo de posibilidades al observar abierta LA TIENDA. Así, en mayúsculas. El último reducto de “tenemos más referencias que en una ferretería” antes de la invasión de Oriente. La llamaremos “El Tíbet” porque decir que su nombre era “La Pilarica” igual infringe algún artículo de la LOPD o algo y en aquella época no me interesaba mucho eso. Pues bien, allí estábamos, habíamos dado buena cuenta de un caramelo marroquí muy apreciado por los lares, el Werther’s original de los barrios marginales y aderezado con algún  producto cualquiera de nombre impronunciable que habría hecho llorar de envida al propio Heisenberg.  Entrada estrecha, oscura, la luz se absorbía en el interior y era devuelta en forma de lóbrega neblina que inundaba las proximidades de la puerta. Jamás entendí cómo era capaz de sobrevivir aquel negocio, del que se contaban mil curiosidades y entorno al cuál se habían creado un par o tres de leyendas. Igual era nuestra percepción y justo delante teníamos un Galerías Preciados pero a nuestros ojos, Moria era DisneyWorld si la comparábamos con  “El Tíbet”. Al acceder al interior, mientras los ojos se habituaban a la oscuridad, sonaba un pequeño tintineo producido por algún artilugio del demonio que colgaba de la entreabierta puerta, era imposible no rozarte con ella y con ello, alertar a las criaturas del interior de tu llegada.

-¿Qué os trae a mi morada? ¿Quién osa perturbar mi sueño?

Bueno, en realidad igual fue un "Buenos días, niños".

Pero os recuerdo que nuestro estado no era el más idóneo para entender la voz humana. Estoy seguro que podríamos haber mantenido una conversación en un perfecto arameo pero no en nuestro idioma.

-Crrrrrrats…. Mujiaicic… Soserebre… ¿cswertto?- Es lo que salió de la boca de Isma, aunque yo, lógicamente, entendí perfectamente “queremos cartas magic?. Cada sobre, ¿cuánto vale?”

De las profundidades emergió una figura inmensa, que ganaba altura con cada paso que daba hacia nosotros. Empezó a cundir el pánico en nuestros corazones. Obviamente, sabíamos que únicamente  el mostrador (que nosotros percibíamos como una trinchera dispuesta estratégicamente para protegernos del mal) nos separaba de morir devorados. El techo del local, del que pendían mil sobres diferentes con miniaturas de soldados de plástico, pareció descender hasta hacer encorvar a aquella figura amenazante.

-Niño!!! Quítate la zapatilla de la boca! ¿Qué coño dices? ¿Vas colocado?
-Nmammsldto zsiduuguta, y oan!!!! – O lo que es lo mismo, “Disculpe, Sr, no queremos importunarle pero su tono nos disgusta enormemente

Isma continuó la conversación:
-¡¡¡Pushhhh ti vaaaaaaamerrar!!! – “Así que debido a su ataque verbal, veo conveniente quedarme en prenda este objeto hasta que se disculpe. Si me lo permite, ahora saldremos ordenadamente de aquí”.

El hecho fue que Isma, tras su advertencia, se agenció un par de sobres de Cartas Magic que estaban a su alcance y salió disparado hacia la puerta. El dueño de la tienda tenía complicado el alcanzar a ese entrañable Lazarillo y lo que se le ocurrió (ante mi absorta y atenta mirada) fue coger el primer objeto que pudo y lanzarlo con fuerza hacia el bulto. La mala suerte es que la dirección que tomó el proyectil fue exactamente la que acababa en mi cráneo.

Es entonces cuando empieza mi periplo. Mi vida tomó un giro inesperado que me conduciría irremediablemente a estudiar Derecho y convertirme en abogado. Pero no quiero adelantarme a los acontecimientos.

Yo inventé el estilo Matrix. Exacto, me incliné hacia atrás y en un ángulo imposible, sin perder el equilibrio, dejé que el objeto alcanzara la pared trasera mientras veía como pasaba sobre mi cabeza.

No. Me impactó de lleno. De hecho, hasta sangré. Me tambaleé hacia atrás y recogí lo que me había lanzado. Un cenicero de hierro colado que pesaba alrededor de dos toneladas. Isma ya se encontraba a dos barrios de distancia mientras yo lograba incorporarme y Sauron, el señor oscuro, salía de su escondite en nuestra búsqueda.  Hice lo que cualquiera en mi situación hubiese hecho. Intenté encenderme un cigarro mientras maldecía el dolor que me había causado, esperando que el dueño de la tienda pasase frente a mí y persiguiese a mi amigo.

No fue lo que ocurrió. El tabernero me soltó un guantazo que aún hoy me pitan lo oídos. Todo cayó al suelo, el cenicero, el cigarro, el paquete, el mechero, yo….él. Del impulso cayó con gran estruendo, tirando una estantería llena de comics antiguos que se esparcieron junto a nosotros. Yo probé a levantarme y escapar pero era una tarea harto complicada. Mis sentidos estaban algo…. Perjudicados y el sopapo que había recibido no hacía más que agravar los síntomas. Así que a gatas, recuperé el paquete de tabaco e intenté salir como pude de allí. Fue complicado pero lo conseguí, en mi mente, en 30 segundos me encontraba apoyado en un coche justo enfrente, resoplando y cogiendo todo el aire que mis pulmones eran capaces de llenar (supongo que en realidad había tardado unos 10 minutos en llegar).

Me fui dirección a nuestro cuartel general maldiciendo y balbuceando la mala suerte que tenía, preguntándome acerca de la reacción de aquel hombre. Si habíamos sido de lo más educados en nuestras peticiones. Llegué al poco, un parque que llamábamos el “Valvi” porque se encontraba sobre un supermercado de esta cadena. Allí se encontraba Isma, junto a otros del grupo, entre ellos el “Empa” (de empanado) y el “Cenizo” (de… bueno, de cenizo).

-Tío, ¿por qué has tardado tanto? – Me preguntó mi compinche de correrías.
- Mamón, ese tipo me ha hostiado y me has dejado solo.- 

Pero aquello no era importante en ese momento. El “Empa” se disponía a intentar su último reto. Robar unas cuchillas de afeitar con la única ayuda de una gorra. No podía utilizar los bolsillos ni nada más que la gorra para sustraer el producto. Que después acabase detenido por Charlicinco por otros temas no tenía nada que ver con el reto. Lo consiguió, vaya si lo consiguió. La manera en que lo hizo es otra historia y debe ser contada en otro momento.

Al día siguiente escuché a mis padres comentar que habían robado en el comercio “El Tíbet” y que los ladrones, no contentos, le habían propinado una paliza al pobre dependiente. Un señor de 85 años y que caminaba con la ayuda de un bastón. En aquel momento, ni siquiera recordé haber estado allí. Pensé que había sido un día de lo más extraño, había llegado a casa sin llaves, cartera ni tabaco. Únicamente traía en las manos un cubo de Rubik.

Fue cuando lo miré y caí en la cuenta de que igual me había metido en algún tipo de lío.

Charlicinco picó a la puerta….
 Francisco Javier Bellido Pérez

PD de Enrique Moreno: Hoy, 28 de diciembre, cierro una etapa. Con el post de arriba se terminan las "Lecturas de domingo para juristas" en este blog. Han sido diez entregas que han obtenido una gran aceptación y el número de visitas nos ha sorprendido tanto a los escritores de los distintas "Lecturas..." como a mí mismo. Las razones para poner fin a este bloque, que cada quince días desde septiembre ha estado publicándose en el blog, son variadas, pero ninguna de ellas negativa, sino todo lo contrario. Creo que "Lecturas de domingo..." ha sido un éxito inesperado, el nivel de los trabajos ha sido buenísimo, y por eso debe continuar en el futuro. Aún no sé cómo, pero creo que estas diez entregas son una buena semilla para algo distinto. A partir de 2015, en el blog sólo escribiré de Derecho. O de otros temas. O escribirán otras personas. De Derecho. O de otros temas. O... ¿quién sabe? No nos fiemos mucho de lo que leemos un 28 de diciembre... Feliz 2015.

2 comentarios:

  1. Sin duda Enrique estas lecturas de domingo nos han hecho a todos y olvidarnos por un momento de las leyes. ¡Feliz año!

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  2. ¡Que buena historia! Me he reido mucho...espero que no dejéis de publicar historias como esta.
    ¡Feliz 2015!

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