domingo, 2 de noviembre de 2014

Lecturas de domingo para juristas: V. El mundo de la interpretación (por Rocío #ypunto)

No sé si se acuerdan ustedes de Tarzán. Sí, el de los monos: cuerpo magnífico, taparrabos, puñal, una encantadora monita llamada “Chita” y una mujer de buen ver, “La Jane”, como dirían los modernos.


En el año 1.932 la obra fue llevada al cine. Johnny Weissmüller, rumano de nacimiento y campeonísimo de natación (5 medallas de oro y 67 récords del mundo), fue el elegido para encarnar el papel. Al propio autor de Tarzán, Edgar Rice Burrougsh, le pareció una magnífica elección. A ver, no abría la boca. El mítico alarido, cuatro monosílabos, los mismos verbos en infinitivo y punto. Además, atributos no le faltaban. Así cualquiera.


El relevo interpretativo lo tomó Lex Baker, un yanqui autóctono esta vez, soldado de infantería en el Norte de África e Italia, políglota, y que se llegó a casar con Carmen Cervera, nuestra Tita, ahí es nada. Gran formación, gran gusto, pero más de los mismo.

Ahora que nos hemos situado, y aunque suene muy extraño, hay momentos en el ejercicio de mi profesión que me acuerdo de Tarzán. No para hacer sangre (nada más lejos de mi intención) sino por la gran e inmensa dificultad que conlleva el mundo de la interpretación, no  ya en la gran pantalla, sino en los procedimientos judiciales y en concreto en la jurisdicción penal. Y lo peor, lo poco que lo entendemos desde fuera (aunque reconozco que he intentado realizar en diversas ocasiones el alarido tarzanero y ha sido un total y absoluto fracaso, por no hablar de los atributos). Pero insisto, nada es tan fácil como parece, ¿o sí?


Los juicios con intérprete son per se desesperantes. Se alargan sobremanera, el interrogatorio no es fluido, se pierden los matices y los nervios afloran. Además, muchas veces los hechos son complejos, los testigos o los acusados que necesitan ser interpretados son de países con culturas muy distintas y es un suma y sigue. Hay que desarrollar la capacidad empática hasta límites insospechados. Y la paciencia.

Una servidora no habla chino, a lo más que llega es "lecuelda usted lo que oculió". Pero claro, es poco. Y una servidora no es precisamente bilingüe en cuanto al idioma anglosajón se refiere, pero superó con creces aquello de "my tailor is rich", que para eso ha visitado durante ciertas temporadas la gran isla de la libra y los Harrods. Por eso la que esto escribe, cuando escucha a la intérprete de inglés diciéndole al acusado nigeriano "You were near the car when the police stopped you" pues en fin, se pregunta si para eso es realmente necesario que venga aquí esta señora a interpretar, previo pago de su importe (más bien post-pago, pero eso es otra historia).

Para que me entiendan: El otro día tuve un juicio con una gran interpretación. Nos dieron las cinco de la tarde y su inicio estaba previsto para las 13.30 horas. A quien señala los juicios (y no miro a nadie) "se le pasó" un pequeño problema con el juicio anterior: que tenía veinte testigos… y claro, se nos fue la hora. Ya entraron todos con la típica sonrisa de oreja a oreja, esa que ponen acordándose del juez, del fiscal, de la secretaria judicial, y de sus respectivas familias. Sí, esa en la que estás pensando. Yo la veo mucho, y la devuelvo, por aquello de la educación. Se trataba de un asunto feo. Tres sudamericanos lumbreras decidieron robar en casa de una familia china. Los padres orientales estaban cenando con parte de la extensa parentela cuando el hijo de 18 años les avisó. Había llegado a casa con su hermano pequeño y se encontró  el pastel. La puerta reventada y alguien dentro. Acudieron los progenitores raudos y veloces armados con palos (sí, la legítima defensa está a la orden del día en China, y si no es legítima ni es defensa, mucho mejor). Cuando llegaron a la vivienda corrieron tras los sudamericanos. La morada estaba ubicada en una urbanización con grandes espacios verdes y con portero (eran chinos "bien"). El conserje lo vio todo, declaró muy bien y además era español (Dios aprieta pero no ahoga). Nuestros amigos orientales consiguieron alcanzar a uno de los autores, a la sazón el acusado, y le retuvieron de un pequeño golpecito con un palo en la cabeza. El sudamericano se resistió  (en su acepción más amplia de intentar sobrevivir) y se lió. Llegó la policía a toro pasado y se acabó la fiesta. Los otros dos huyeron con las dos terceras partes del botín, si las matemáticas no me fallan.

Interrogo a la china. Con paciencia. Esperando a que la intérprete interprete, ella conteste, y la intérprete vuelva a interpretar. Todo va bien.

Pregunto: ¿Qué le sustrajeron a usted?
Intérprete: awazengu, awozingao chingao wa zinqueechiwacuhgato.
China: wazingo, awuawijei chwi aguratow.
Intérprete: Le sustlajelon La máquina de cocel el aloz.

Pregunto: ¿Y qué más le sustrajeron?
Intérprete: wuochowa awazinguo wau.
China: curiwacchaao warigo, awuawijei chwi aguratow.
Intérprete: Divelsos enseles y la máquina de cocel el aloz.

Pregunto: ¿No le sustrajeron nada más?
Intérprete: awacchicguao zniguaao zangoau azongou chuiao.
China: Wochinga chingwoachua ochigung gunji gonchoin chiain arigucheonguna omichua ameighian omechiang chichong ausetong oemingunaghing gun guan.
Intérprete: Dice que no.

Pregunto: ¡¿No le sustrajeron 9.000 euros?!
Intérprete: Awachiguaau 9.000 waaich.
China: awachiguao 9.000 waaichi awuawijei chwi aguratow.
Intérprete: Dice que sí. 9.000 eulos y la máquina de cocel el aloz.

Yo: No hay más preguntas (¡por fin!).

Una de cuatro. O la china es medio boba, que también, o las máquinas de cocel el aloz made in China son la bomba, que no creo (llevamos media vida acomplejados con que solo cocemos, empezamos a enriquecer, y ahora nos salen con estas), o la intérprete no sabe interpretar, que es probable, o algo hay en ese bendito idioma que no fluye. Ya no por lo de los 9.000 euros, que puede ser cultura china arrocera, sino por esos tres minutos de reloj que tuve que esperar para la pregunta cuya respuesta fue “dice que no”. Te entran ganas de salir de la sala y decirle a la intérprete “vamos a ver...”, pero no lo haces, porque luego te encuentras procesos en los que los empresarios autónomos chinos (lo son, ¿no?) que regentan su propio establecimiento normalmente de alimentación  o de esos que antes se llamaban “todo a un euro” y ahora son “el chino”, señores que suelen ser muy agradables y cariñosos, tienen un cuchillo jamonero bajo el mostrador que no dudan en sacar cuando el listo de turno les intenta hurtar un mechero. Y como toque los paquetes de chicles... ¡ja! Y otras veces escuchas como afirman en sala: “mi malido le glitó al otlo, cuchillo en mano,  que le iba a matal, entonces yo le dije que tuviese cuidado, que en España amenazal es delito”, entonces tiendes a “lelativizal”. Y siempre que sale el tema del carácter oriental me acuerdo de mi primer juez, que se empeñó en ir a un levantamiento de cadáver porque “los chinos nunca se mueren y, si lo hacen, nunca se entera nadie”. Luego resultó que al chino efectivamente le había dado un infarto.

Hay anécdotas a montones, pero recuerdo una reciente que les contaré para que no parezca que tengo fijación oriental. Una guardia llegaba a su fin. Casi las nueve de la noche. Alegría alboroto que nos vamos para casa con otros 150 euritos netos después de estar doce horas sin parar… y justo nos traen un "maletero" que necesita intérprete de inglés. Nos dice la empresa que nos los suministra que puede llegar hacia la diez y media. La ley permite que cualquier persona que conozca el idioma pueda hacer de intérprete. Pero no las partes claro, ni el juez. Así que me fui para la oficina judicial a ver qué encontraba. Lié a un oficial que aseguraba que se defendía. Le dije que no se preocupara que era la típica declaración de cinco minutos de "yo no sabía lo que traía" y poco más. Llegó el imputado y ¡qué travesía!. Ni Gulliver. Hizo cuatro escalas, con hoteles entre medias, cambios de maletas, contactos con diversas personas, amenazas… más de media hora de declaración. Vaya sudada el pobre oficial. Y luego me decía “si yo sé inglés, pero es el acento de este señor, que no hay quién lo entienda” (no era de Oxford precisamente). Aún me odia. Y ya ha pasado tiempo.

Así que si somos objetivos, tomamos distancia y, ya que nos dedicamos a esto de la Justicia, somos justos, nos daremos cuenta que la interpretación no es moco de pavo. Y si además  tenemos sentido del humor (en justicia lo tenemos, y mucho, créanme) ¡Que viva Tarzán! Y si me apuras, larga vida a George de la Jungla. Y punto.

¡Aaaahaaaahahaaaaahaaaahaaaaaaah!  

Rocío.

Nota sobre este artículo.- Está escrito con todo el cariño del mundo y con el gran respeto que me merecen todos y cada uno de los profesionales que trabajan en la administración de justicia. Además, todo parecido con la realidad es mera coincidencia… porque como dice un buen amigo mío citando a Juan Carlos Onetti: “La literatura es mentir bien la verdad”.

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